Soy un tío feliz. Que confío en mis posibilidades, que soy capaz de darme cuenta de todo lo que tengo a mi alrededor y valorarlo. De esas personas que no ha necesitado una pandemia para darse cuenta de que soy feliz, de tengo lo que necesito y de que sin mucho se puede ser feliz. Tengo una pareja estupenda y lo mismo hasta nos casamos. Ahora bien, esto no siempre ha sido así. Hoy quiero contar mi historia, pero comenzando desde el final. Como si fuera una película, hacemos un flashback para recordar que hasta llegar a este punto hay que hacer muchas cosas.
Hace 15 años
Y es que hace 15 años yo no era así. La vida no me sonrió. Estaba en puesto de trabajo en una empresa desde hace más de diez años. Era feliz, o al menos lo intentaba, un trabajo de lo que yo había estudiado. Aunque es cierto que hacía muchas horas. Vivíamos la anterior crisis económica de 2008 y no nos podíamos quejar. Tenía mi novia. Con ella llevaba más de 15 años. El amor de juventud que decides apostar por él, van pasando los años y ya no sabes si estás por amor o por necesidad. Ahora bien, estaba claro que yo la necesitaba. En mi mente estaba casarme con ella, formar una familia y seguir trabajando muchas horas en mi oficina. Supongo que llegaría el momento de comprarme una casa (hipotecarme) y posteriormente pertenecerá un grupo de WhatsApp con los padres de otros niños.
Un momento te cambia la vida
Pero…la vida es caprichosa, la vida es curiosa y en ocasiones cabrona. Y mi historia comenzó una Nochevieja de 2006. Ya tenía todo preparado para hacer lo típico, cena con los padres, tomar las uvas con Ramón García y Ana Obregón y luego unas copas con los amigos entre besos y falsas felicitaciones. Pero, antes de comer mi novia (ya os adelantó spoiler, ahora mi exnovia) decidió hablar conmigo. Y como suele pasar en las películas, el “tenemos que hablar” nunca indica nada bueno. Pues bien, después de más de una década se nos rompió el amor. Y en este caso no fue de tanto usarlo. Ella decidió romper por lo sano y dar carpetazo a toda una serie de sueños o de al menos proyectos.
El mundo se me vino encima. Me sentía como un cadáver dando tumbos en mi vida. ¿Qué haría sin mi faro? Ya os digo que hasta me hacía la declaración de la Renta. Pues bien, dicen que las desgracias nunca vienen solas. Y a los seis meses, sí, medio años después me comunicaron que dejaban de contar conmigo en mi empresa. En castellano, “que me echaban”. 2007 me lo ponía muy complicado, sin pareja y sin trabajo.
Pues sí, como suele pasar en estas cosas como el mítico James Stewart en Qué Bello es Vivir. Estaba claro que valía más muerto que vivo. ¿Qué hacer? Pues afortunadamente apoyarme en mis amigos y la familia. Y en una de esas reuniones en las que no tienes ganas de ir, casi ni de vivir, alguien me da la solución: “tienes que acudir a un profesional, meditar sobre tu vida”. Claro que sí, campeón, pensé en mi interior. Yo iba a ir a eso, yo lo único que necesitaba era una novia y un trabajo. ¿Meditar me lo podía dar?
Pues aunque no lo creas, sí. Fue así. Acudí a Inspirare y comenzamos con un curso de meditación que me enseñó a ver la vida de otra manera. La meditación es el estado natural de nuestra mente lúcida. Un estar en el instante presente que nos devuelve al fluir de la vida. Las alas que nos llevan al centro con mayor compasión y sabiduría. Y esas alas son las que me habían cortado a mí, y que yo necesitaba tener.
Clases y talleres
Gracias a estas clases y talleres me di cuenta que podemos conocer el umbral necesario para una transformación real y duradera. Una frase se me quedó en mi mente: “El autoconocimiento es un camino de descubrimiento interior hacia la autenticidad de quién somos realmente”. Y poco a poco fui saliendo del pozo, del túnel.
Y sí, es cierto que cuando una puerta se cierra, se pueden abrir varias ventanas. Gracias a la meditación abrí mi mente, supo valorarme y comenzar a quererme. Y una vez que yo me quise, pude ver cómo el resto también. Así conocí a mi actual pareja, así llegó el nuevo trabajo y un montón de nuevos proyectos. Una actitud positiva en la vida que llama al éxito y a la felicidad. De verdad, toma nota, y piensa que, como me pasó a mí, la meditación puede cambiar tu vida.