La importancia del servicio doméstico en el cuidado de nuestros mayores.

Trabajadora doméstica

El servicio doméstico cumple una función primordial en el cuidado de las personas mayores. Un oficio que a menudo no recibe el reconocimiento que se merece. Hasta hace unos años, las trabajadoras domésticas, pues este trabajo lo desempeñan en su mayoría mujeres, no tenían reconocidos derechos laborales tan básicos como la cotización para la jubilación o la baja por enfermedad. Sobre todo aquellas trabajadoras que trabajaban directamente para las familias, sin la intermediación de una agencia.

El servicio doméstico es una actividad esencial. Una pieza clave que permite la estabilidad social en nuestros días. Un trabajo que corresponde a los tiempos que vivimos.

La asistencia doméstica se ha desarrollado paralela a la evolución de la sociedad. Décadas atrás, de los cuidados familiares se encargaban las mujeres. Tanto del cuidado de los niños como el de las personas mayores. La incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo ha dejado libre esta parcela. Un área que han pasado a ocupar las trabajadoras domésticas.

Este cambio no hay que verlo como un retroceso. Todo lo contrario. La emancipación económica de la mujer le ha otorgado una mayor libertad y ha contribuido a que tengamos una sociedad más justa.

Por otro lado, atravesamos un evidente envejecimiento de la población. Consecuencia de los adelantos médicos y de las mejores condiciones de vida. A pesar de que vivamos mejor, esto no implica que los últimos años de nuestra vida entrañen complicaciones de salud. Problemas que se resuelven, en gran medida, con el trabajo doméstico.

Este trabajo se ha especializado bastante en los últimos tiempos. Muchas trabajadoras domésticas tienen conocimientos de enfermería. Como nos dicen los gestores de la Agencia Sant Pau, una agencia de servicios domésticos de Barcelona, gran parte de estas profesionales está, a día de hoy, cualificadas.

Su papel es decisivo, como vamos a ver a continuación. Estas son algunos problemas que se dan en la vejez y que hacen necesaria la asistencia doméstica a domicilio.

La soledad.

Para empezar, las trabajadoras domésticas hacen una labor de acompañamiento. El boletín Infocop, editado por el Consejo General de Psicología de España, publica que una de cada dos personas mayores de 60 años está en riesgo de soledad.

Psicológicamente, la vejez puede llegar a ser una etapa dura de nuestra vida. Con frecuencia, la persona vive sola y con un contacto reducido con su familia natural. Lo cual le puede llevar al aislamiento social y ocasionarle trastornos mentales como la depresión.

Es habitual que a las personas mayores se les haya muerto su compañero o compañera de vida. Que sus hijos ni tan siquiera vivan en la misma ciudad o que estén tan atareados con sus trabajos y sus responsabilidades, que apenas tengan tiempo para visitarla. Al menos como a ella le gustaría.

Por otro lado, es lógico, que la persona mayor quiera seguir viviendo en su casa. Es una decisión que le dota de autonomía. Con frecuencia, esa casa está llena de recuerdos, de vivencias, y no está dispuesta a desprenderse de ellos.

Pero, al mismo tiempo, necesita el contacto humano. Tanto mi madre que es mayor, como mi suegra, lo que más valoran de la chica, que viene una vez a la semana a ayudarles con las cosas de la casa, es la compañía que les hace. Las personas mayores necesitan que les escuchen, que les presten atención.

Para ellas tiene más valor las conversaciones que tienen con ellas, cuando se sientan a tomar café o cuando están un rato viendo la televisión, que el hecho de que les acompañe al supermercado y les suban las bolsas de la compra.

Entre la cuidadora y la persona mayor se suele establecer una relación que sobrepasa el mero ámbito laboral. Muchas personas de la tercera edad llegan a considerar a sus cuidadoras como alguien más de la familia. No es para menos. Pasan con ellas más tiempo que con sus hijos y con sus nietos, y comparten con ellas los avatares del día a día.

Todavía hay hijos que tienen reticencia a contratar a una trabajadora doméstica para que ayude a sus padres cuando son mayores. O que tacañean con el tiempo que esa trabajadora acude a la casa. Sin embargo, si existe una sintonía entre la persona mayor y su cuidadora, la presencia de la trabajadora hace más bien que las molestias económicas que pudiera ocasionar.

Pérdida de movilidad.

La pérdida de movilidad es la enfermedad silenciosa de la tercera edad. A medida que envejecemos, nuestros músculos tienden a agarrotarse y los huesos se vuelven más frágiles. Por las condiciones físicas del cuerpo, cuesta más recuperarse de una fractura en las extremidades cuando tenemos 70 años que cuando tenemos 10.

A esto hay que añadir problemas de desorientación y dificultades para mantener el equilibrio que facilitan que se produzcan accidentes.

Como consecuencia de ello, la persona percibe que determinadas tareas cotidianas que antes podía efectuar sin problemas, ahora le cuesta más. Esto hace que baje su autoestima, que se sientan más insegura y que tolere una serie de cosas, en cuanto a su cuidado personal y el cuidado de su casa, que antes no se permitía.

Esta falta de movilidad les conduce a llevar una vida más sedentaria. Lo cual agrava los problemas motores y de desplazamiento. Llevar una alimentación equilibrada y practicar ejercicio de baja intensidad con asiduidad, como salir a andar todos los días o acudir a un gimnasio, ayudan a ralentizar este deterioro motor. Pero no nos engañemos. Por mucho ejercicio que realicemos, una persona de 70 años nunca va a estar como una de 20.

Cuando aparecen los problemas de movilidad es importante adaptar la casa a estas nuevas condiciones. Dejar espacios despejados por donde la persona se pueda mover con facilidad. Y, al mismo tiempo, dotar de soportes a la casa en los que se pueda agarrar. Esto no significa colocar barandas por todos lados. Basta con ordenar los muebles de una manera estratégica, para que estos le sirvan de ayuda y no supongan un estorbo.

Lógicamente, ante estas circunstancias, a la persona le viene bien tener asistencia en casa que le ayude a realizar actividades para las que en esa época de su vida está limitada. Como puede ser el hecho de subirse a una escalera para coger objetos que están guardados en la parte superior de los armarios. O que le asista en la limpieza de las partes bajas de la casa, ya que a la persona le cuesta agacharse.

Son acciones, que aunque parezcan sencillas, las llevan a cabo las trabajadoras domésticas. Si ellas no estuvieran allí, no las haría nadie, o intentaría hacerlas la persona mayor comprometiendo su salud.

El deterioro cognitivo.

Otro de los problemas de salud propios de la tercera edad, que hace recomendable la presencia de las trabajadoras domésticas, es el deterioro cognitivo.

Un estudio médico publicado en la revista Elsevier señala que entre un 15 y un 20% de las personas mayores de 60 años empiezan a sufrir deterioro cognitivo. Un deterioro que en los primeros momentos se manifiesta en síntomas leves como pérdidas de memoria a corto plazo o la dificultad para mantener la concentración, pero que con el tiempo puede evolucionar a enfermedades neuronales graves como el alzhéimer o la demencia senil.

El estudio indica que este deterioro es más frecuente en mujeres que en hombres y que se va extendiendo con la edad. Superando el 45% de la población en personas mayores de 85 años.

El deterioro cognitivo es uno de los motivos frecuentes de asistencia médica en atención primaria. Existen tratamientos médicos que permiten retrasarlo y abordarlo en sus primeros estadios. Así como terapias que ejercitan la memoria y la atención que pueden frenar su evolución. Sin embargo, las enfermedades neuronales graves, como el alzhéimer y la demencia, cuando llegan son irreversibles.

El alzhéimer lo sufren en España una de cada nueve personas mayores de 65 años. Y la demencia afecta al 5,7% de la población entre 65 y 75 años. Unos índices que empiezan a ser preocupantes. El problema de estas enfermedades es que rara vez se detectan en sus primeras fases. Confundiéndose con un deterioro cognitivo cualquiera o simplemente, sin darle importancia.

Aunque estos problemas neuronales sean leves o no están avanzados, la asistencia continua a estas personas mejora su calidad de vida. No estamos hablando de las visitas regulares al médico, que por su puesto, son importantes. Si no a estar con otras personas en su entorno, que cumplen una función de centinela.

Ya hemos mencionado al principio la dificultad que tenemos para prestarles toda la atención necesaria a nuestros mayores. Pero esa falta de tiempo la podemos suplir con las trabajadoras domésticas.

En la actualidad, por todo lo que hemos visto, estas trabajadoras, más que cumplir una labor de “chacha” del hogar, labor al que parece querer relegarlas algunas mentes mal intencionadas, desempeñan un rol de asistencia sanitaria de proximidad fundamental para que nuestros mayores puedan llevar con dignidad los últimos años de su vida.

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