Así fue mi relación con el covid: once días en el hospital

Ahora ya suena ha pasado, porque afortunadamente he sobrevivido para contarlo. Sin embargo, hay muchos que no pueden decir lo mismo. Nadie pensaba ese mes de febrero de 2020, cuando llegaban noticias desde China de un virus, que ese bicho iba a acabar con la felicidad de muchas familias y también nos iba a cambiar por completo nuestra forma de vida.

Yo soy de esas personas que he pasado por el coronavirus, y de esos que tuvieron que ir al hospital porque ya no podía más. Por suerte, yo soy de esos que han podido decir que he vencido al covid-19. La verdad es que ahora se ve con lejanía, pero yo lo tengo siempre muy presente. Entre otras cosas porque este coronavirus cambió por completo mi vida. Y a punto estuvo de hacerlo para mal, por suerte, seguimos todos juntos.

Cuando el famoso 14 de marzo nos encerraron en casa, no podría imaginar todo lo que vendría después. El confinamiento empezó siendo un juego. Hacía esas cosas que todos nos mandaban. Aplaudir a las 8 a los sanitarios, hacer pan en casa y recordar momentos pasados en la televisión. Y sí, también fui de esos que hicieron videollamadas con los amigos para tomar el vermut. Pensábamos que esto se iría en una semana, dos o como mucho un mes. Pero el tiempo fue pasando y cada vez veíamos cómo la cosa se complicaba. Hospitales llenos, sanitarios saturados de  trabajo, negocios cerrados y, sobre todo, gente muriéndose. Los primeros meses fueron duros. Pero yo creo que cumplimos a la perfección con las normas. Éramos de esos que siempre llevábamos mascarillas, nos lavábamos las manos varias veces al día y, por supuesto, no nos juntábamos con más gente.

Así , pudimos pasar el año 2022 sin contagios. Eso sí, siempre temblando porque en mi familia había gente mayor y con riesgo, pero comprando todo tipo de productos de desinfección como por ejemplo un gel especialmente diseñado para la higiene profunda de las manos sin necesidad de aclarar que vimos en Stock Net Valles o incluso una alfombra para los pies cuando llegábamos a casa.

Sin embargo, el año 2021 nos iba a atraer malas noticias. Y es que cuando ya estábamos a las puertas de la vacunación, unas vacunas que fueron todo un milagro, llegó la mala noticia. Era el mes de abril, y recibí la llamada de mi madre casi llorando. “Hijo, tu hermana se ha contagiado y tú estuviste en casa el pasado lunes”. Un rayo me pasó por el cuerpo. No sabía qué decir. Solo mirar a mi mujer y llorar. ¿Por qué? Pues porque mi esposa estaba embarazada. El mundo se cayó encima. Mi esposa mi reprochó el haber ido a la casa de mis padres y no llevar mascarilla.

Así, fuimos cayendo uno a uno que estuvimos en esa reunión. Primero mis padres, luego mi otra hermana y por fin yo. Por suerte, mi esposa embarazada no, porque se fue de casa a tiempo. Pero la llamada de que mi padre estaba ingresado fue uno de los dolores más fuertes que he tenido. Mi padre era de riesgo y estaba muy en peligro. Hasta el punto de que los médicos nos dijeron que nos pusiéramos en lo peor. Por suerte, hubo un milagro y después de casi tres meses en la UCI, resucitó y con más ganas.

En mi caso, cada día iba a peor. Tenía fiebre por las noches y no se quitaba. No tenía ganas de comer y cada vez que me duchaba tenía sudores fríos. Pensaba que con paracetamol se me iría. Además mi mente solo estaba puesta en mi padre y en mu mujer, y las noticias no eran esperanzadoras. Acudí a mi médico de cabecera y me mandó directo al hospital después de comprobar si saturación en la sangre. Allí me dijeron que estaba con una neumonía doble en los pulmones y que me tenía que quedar allí. Al principio me dijeron que sería para un par de días, finalmente fueron más de diez.

Pillé una médica muy buena, a la que tengo que dar las gracias. Pero recuerdo siempre el silencio de esa planta, el sonido de las máquinas a las que estaba conectado. Las enfermeras legando a las siete de la mañana. Muchos, muchos recuerdos. Pero el que finalmente me ha quedado es el encuentro con mi mujer y mi primera visita a mi padre en el hospital.

Una historia de salud que jamás olvidaré. Por eso, no es bueno que olvidemos lo que hemos pasado.

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