Así cambió mi vida tras tener ortodoncia

Dicen que el primer paso para ser feliz es aceptarse de cómo es uno mismo. A partir de ahí comenzarás a ser feliz, y podrás hacer que los demás también te aceptan. Pues bien, estoy en contra de esa frase. Supongo que la podrá decir gente que no ha tenido que vivir historias como las mías. Y es que yo no podía aceptar lo que me estaba pasando y tuve que ser valiente y decidir cambiar mi vida. Si me hubiera aceptado como era, supongo que nunca hubiera llegado a ser lo que soy ahora mismo.

Os cuento mi historia para que entendías mi situación. Por supuesto que me gustaría que al final dejarais vuestros comentarios para saber qué os parece. Mi caso comenzó hace años. AL ser el sexto hijo de una familia humilde está claro que lujos no iba a tener. Y hace dos décadas, hablamos de la década de los 80, el ir al dentista era un lujo para muchas familias. Ahora por suerte todo ha cambiado y en muchas clínicas dentales se puede encontrar una buena financiación y precios muy económicos. Pues bien, hace años no era así.

Esta dejadez y la falta de cultura que teníamos del cuidado de la salud bucodental provocó que nunca me cuidara mi boca. Es cierto que nunca pequé de dolores o de caries, que quizás es lo que más se nota, pero a la larga todo se convirtió en una pesadilla. Mis dientes se iban cayendo y salían como podían. Estaba claro que mis padres no se iban a preocupar, así que tuve la dentadura que tuve. Fueron pasando los años y mi higiene era la básica. Si te olía la boca te lavabas los dientes y si notabas que tenías algún flemón pues algún enjuague bucal.

El sarro, mi problema

Mi historia negra comienza cuando con 18 años conocí a una chica y claro, había que cuidarse a todos los niveles. Decidí ir a una clínica dentista a hacerme una limpieza. Yo iba tan convencido de que no tendría ningún problema y así comenzaría a mostrar a mi futura mis dientes blancos. Pues bien, lo que ocurrió allí no se lo deseo a nadie. Durante tantos años sin cuidarme la boca había provocado que el sarro acumulado fuera comiendo el hueso de mis dientes de adelante. Cuando el dentista quitó el sarro, era tan la avería que el sarro había comido el hueso. Eso provocó que mis dientes estuvieran al aire, es decir, casi se caían.

¡Vaya desastre! Tanto tiempo de descuido y ahora me ocurría esto. Estaba claro que mi chica salió corriendo. Desde ese día notaba que me costaba sonreír, que las relaciones sociales ya no eran lo mismo. Incluso llegué a temer por perder las piezas dentales. Por suerte, el dentista lo cogió a tiempo y así me pudieron poner una férula para que no se cayera. Ahora bien, el mover todos los dientes provocó un efecto dominó en mi boca. Todo se descolocó. Así que llegó el momento de ponerme ortodoncia. Tenía 30 años.

Se puede pensar que con 30 años ya no se ponen, pero no es así. Es un tratamiento que cada vez hace más gente porque es importante para su vida social y laboral. Y es que yo notaba que con esos dientes mareados y descolocados era imposible poder encontrar pareja y un trabajo de cara al público. Así que me puse en manos de clínica dental Isabel Navarro, expertos  en ortodoncia en Ciudad Real, y allí es donde cambió mi vida.

Existe un porcentaje de pacientes que acude a consulta presentando maloclusiones graves con un gran componente óseo, donde conseguir una corrección completa del problema es difícil sino se recurre a la cirugía ortognática, ya que la ortodoncia por sí sola presenta limitaciones en aquellos casos donde hay un grave problema esquelético. Y esa fue mi solución.

La ortodoncia, la solución

En estos casos la ortodoncia se realiza en dos pasos. Primero, a ortodoncia pre-quirúrgica (antes de la cirugía ortognática que corregirá el problema óseo). Consiste en preparar los dientes y los maxilares para facilitar la intervención quirúrgica. Y posteriormente, la ortodoncia post-quirúrgica (después de la cirugía ortognática). Para terminar de perfeccionar el caso y asentar la mordida.

Y así es cómo cambió la calidad de mi vida. Por fin pude tener una sonrisa perfecta, abrir la boca sin problemas y sonreír al mundo. Por supuesto, encontré pareja y un trabajo. Es decir, y como os decía al principio de este texto, nunca hay que asumir lo que somos, lo que hay que tener en cuenta es que podemos cambiar, y si tenemos métodos para hacerlo, no hay que dudarlo. Cuando los cambios son para mejorar, es lo que tenemos que hacer.

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