Muchos pedagogos coinciden en señalar que aprender a tocar un instrumento completa la formación integral de los niños. Sin embargo, no está recogido en los planes académicos de estudio. Como mucho aparece en las actividades extraescolares de algunos centros. Una asignatura pendiente del sistema educativo que los padres han de resolver, inscribiendo a su hijo en una academia privada o matriculando al niño en el conservatorio.
Nadie duda del poder pedagógico de la música. A los niños, desde preescolar, se les enseñan canciones. Es una manera de ejercitar la memoria y de comprender conceptos. Un método que mantendremos con nosotros durante buena parte de nuestra vida. Para memorizar cosas importantes lo hacemos acompañándolo de una musiquilla, parece que se nos queda mejor grabado en el cerebro.
Cuando somos más mayores y preparamos una exposición, o una presentación en público, lo hacemos con cierta musicalidad. La melodía y el ritmo, dos conceptos básicos de la música, lo integramos en otras facetas de nuestra vida.
Sin embargo, enseñar a tocar un instrumento es algo que las autoridades educativas se resisten a abordar. Kristina Kryzanovskaya, profesora de solfeo y piano, nos dice en su página web Clases de Piano, que aprender a tocar un instrumento aporta una serie de beneficios a los que todos deberíamos tener acceso.
Iniciarse en el aprendizaje de un instrumento como el piano mejora las habilidades motrices del niño, la coordinación entre su cerebro y sus manos y aumenta su capacidad auditiva, aprende a identificar los sonidos, en este caso las notas.
Se ha comprobado que aprendiendo música se fomenta la capacidad lectora, la memoria y la concentración. Educa a los niños en la perseverancia y la disciplina, pero no como algo impuesto, sino como una condición para ir mejorando y superándose a sí mismos. Potencia la autoestima y amplía la sensibilidad artística y creatividad del niño.
Estas son algunas historias en las que la educación y la música han estado íntimamente ligadas.
Pitágoras y la música.
El matemático griego Pitágoras, que vivió en el siglo VI antes de Cristo, es conocido por el teorema que lleva su nombre. Nos sirve para calcular los lados de un triángulo rectángulo: La Hipotenusa al cuadrado es igual a la suma de los catetos al cuadrado.
Sin embargo, como nos recuerda un artículo publicado en el periódico Ceuta Actualidad, él, junto a sus discípulos, dedicaron gran parte de su vida en estudiar el cosmos y la música. Para Pitágoras la armonía del universo estaba dada por las matemáticas y tenían su expresión en la música.
Pitágoras define por primera vez los intervalos musicales y los expresa en fracciones de números enteros. Los ritmos y tempos de una pieza musical se podían expresar en términos matemáticos. De esta forma se podían calcular los compases en la música. Así, por ejemplo, el compás de un vals es de ¾. Un patrón que permite a cualquier músico poder tocarlo.
El matemático crea la escala musical de 7 notas y define la armonía. Para ello inventó un instrumento de una sola cuerda llamado monocordio. Dividió el recorrido de la cuerda en 12 partes o trastes. Dependiendo de la distancia en la que se pisaba la cuerda se obtenía una nota musical u otra.
Estableció una relación directa entre la longitud de la cuerda y la nota que emitía. Algo que se podía expresar en términos matemáticos por medio de una fracción. La cuerda más larga era la medida de referencia.
Si dos cuerdas distintas al pulsarlas al mismo tiempo o consecutivamente sonaban bien, se producía la armonía. Gracias a Pitágoras, por primera vez se puede escribir música y cualquier intérprete que conozca ese lenguaje la puede reproducir o componer.
Los Beatles y la enseñanza de la música en las escuelas.
Después de la segunda guerra mundial, Inglaterra invierte en educación. Amplía la enseñanza obligatoria hasta los 14 años y promueve la enseñanza secundaria de gran parte del alumnado.
No era algo frecuente en Europa occidental. A la edad de 10 o 12 años, un niño se incorporaba al trabajo como aprendiz o como mozo. Tienen que pasar más de una década para que esa medida llegue a países como Alemania, Francia o Italia y un poco más a España.
Como quien dice, los niños pasaban de jugar con las canicas en la calle a trabajar en una fábrica o un almacén. Se crea una edad nueva, la juventud, con unas inquietudes y una práctica diferente al mundo de los adultos.
En la formación académica se incluye la educación musical. Todas las escuelas de Gran Bretaña tienen su propia banda de música. A los niños se les enseña solfeo y a tocar un instrumento. Se concibe la música como una asignatura más de su ambicioso plan de estudios.
Después de terminar seriamente afectada por la segunda guerra mundial, Inglaterra concibe que necesita una generación bien preparada para reconstruir el país y recuperar el estatus de potencia internacional que había perdido tras la contienda.
Los niños tocan en la escuela con instrumentos prestados por el colegio y en su casa imitan las canciones que han visto en las películas de Elvis Presley o que sonaban en la radio con instrumentos caseros, en un estilo musical llamado Skiffle. Para ello empleaban tablas de madera para lavar la ropa, contrabajos caseros fabricados con una lata, un palo y una sola cuerda, etc. Es el momento en el que se popularizan las guitarras. Un instrumento no muy habitual en Gran Bretaña, pero que es más económico de adquirir que un piano o un saxofón.
En febrero de 1957, el pionero del Rock & Roll, Bill Halley & The Comets llega a Londres y hace una pequeña gira por el Reino Unido. El intérprete de “Rock arraund the clock” se había hecho famoso internacionalmente por poner la banda sonora de una película llamada “Semilla de maldad”. Una película de Hollywood, desarrollada en un colegio, con el objetivo de criminalizar a los primeros seguidores del Rock & Roll, tratándolos como jóvenes rebeldes e irrespetuosos, pero que tiene el efecto contrario entre la juventud de medio mundo que la ha visto.
Bill Halley se encuentra con unos jóvenes británicos que sabe tocar su música mejor incluso que su propia banda.
Entre esos jóvenes se encuentran los futuros Beatles, que ya ensayaban al salir del colegio en un grupo llamado The Quarrymen. Ellos intentaban tocar Rock & Roll al estilo de Liverpool.
En esa ciudad británica había una fuerte tradición de bandas de pasacalles. En esas bandas, todos los instrumentos marcaban el ritmo, excepto un instrumento solista, por lo general, una trompeta, que tocaba la melodía.
Los Beatles aplican ese mismo sistema a su música, en este caso la melodía la marca la voz del cantante alternada con una guitarra solista. Surge un estilo autóctono del Rock al que se le llama The Beat.
Debido a ese sistema educativo y a que en las escuelas se enseñara música, en Inglaterra surgieron una infinidad de buenos grupos durante la década de los 60: The Rolling Stones, The Who, The Animals, etc. Gran Bretaña se convirtió en el epicentro de la música popular juvenil durante al menos 3 décadas.
Mozart. La música y el juego.
El blog Etapa Infantil cuenta la historia del Wolfgang Amadeus Mozart para niños. Con 4 años empezó a tocar el piano, con 5 empezó a componer, con 8 escribió su primera sonata y a los 12 su primera ópera.
Decir que Mozart era un genio es quedarse en la superficie. El padre de Mozart era músico de cámara. Desde muy pequeño llevaba a su hijo a los ensayos. Para Mozart la música era su ambiente natural. Veía los instrumentos como si fuera lo más normal del mundo y les llamaba la atención tocarlos como si fuera un juguete.
Cuando el padre vio el don que tenía el niño para la música le dio plena libertad para que tocara. Lo formó, pero para el pequeño Mozart aquello no era más que un juego. Algo que le alentaba al ver la cara de estupefacción que ponían los adultos.
El niño tocaba y tocaba. Para hacerlo cada vez mejor. Como lo hace un niño que le gusta el futbol, percibe que es bueno y pasa las horas muertas chutando la pelota.
El padre veía que la formación que ofrecía a su hijo le quedaba corta. Recorrieron las cortes imperiales de Europa buscando un maestro que estuviera a la altura y mostrando el talento de su hijo. Se detuvieron en Italia, para que el joven aprendiera el arte de componer óperas.
Enfrentarse a una tarea tan compleja como una ópera, para Mozart, no era más que un reto para superarse. Al final de su vida, el compositor dejó un legado de 626 composiciones musicales. Entre ellas un gran abanico de sonatas para piano, 41 sinfonías y 22 óperas. Pero, sobre todo, encontró en la música un lenguaje en el que expresarse y pasárselo bien.
Aprender a tocar un instrumento forma parte de la educación integral de un niño, como lo es estudiar geografía e historia o dominar las matemáticas.