Me fui de viaje y me entraron okupas en casa

okupas

Después de muchos años currando, ahorrando cada euro y renunciando a mil cosas, conseguí comprarme mi primera casa. No era grande ni nada del otro mundo, pero era mía.

Me fui una semana de vacaciones con mi pareja, por fin, después de tanto tiempo sin parar. Y, al volver… ya no era mi casa. Había gente dentro, hente que no conocía, que había entrado mientras estábamos fuera y que se había quedado ahí como si nada.

Llamé a la policía pensando que lo resolverían en un momento. Pero no, resulta que ellos tienen más derechos que tú, que has pagado hasta el último ladrillo.

Y ahí empezó mi pesadilla.

 

La vuelta que nunca imaginé

Volvíamos contentos, con la mochila llena de recuerdos. Llegamos a casa y notamos algo raro desde el portal: la puerta del piso estaba cerrada, sí, pero con otro tipo de cerradura. Al principio pensé que me había equivocado de piso, que era el cansancio. ¿Qué habrías pensado tú? Pero no, era mi puerta y alguien la había cambiado.

Llamé, claro, y me abrió una mujer desconocida. Se asomó sin miedo, con toda la tranquilidad del mundo, y me dijo: “Aquí ahora vivimos nosotros. Habla con la policía si quieres”. Cerró de golpe y me quedé ahí plantada, con las llaves en la mano y sin saber qué hacer.

Llamé a la policía pensando que todo se solucionaría rápido. Al fin y al cabo, era mi casa. Yo tenía las escrituras, los recibos, las facturas… todo estaba a mi nombre. Pensé que vendrían, echarían a esa gente y todo volvería a su sitio.

Pues no. Cuando llegaron los agentes, me soltaron una frase que todavía hoy me cuesta asimilar: “Si hay signos de que están viviendo ahí, no podemos desalojar sin orden judicial”. Me explicaron que, aunque yo fuera el propietario, si los okupas llevaban más de 48 horas dentro y parecía que residían ahí (ropa, colchones, comida), entonces no podían actuar sin que un juez lo ordenara.

Me estaban diciendo, en resumen, que esa gente tenía más derechos que yo.

 

La impotencia absoluta

En ese momento sentí una mezcla de rabia, impotencia y tristeza que no sé explicar. Es mi casa, ¿cómo puede ser que alguien entre, cambie la cerradura y se quede a vivir ahí mientras yo tengo que buscar un abogado y empezar un proceso judicial que puede durar meses o incluso años?

Encima, tienes que tener cuidado con lo que dices y haces, porque si intentas entrar por la fuerza, te denuncian por allanamiento. Si cortas la luz o el agua, te multan por coacción. Si los amenazas o te pones nervioso, ellos pueden poner una denuncia por acoso. ¿En qué mundo estamos viviendo? Es que no me lo podía creer…

Y lo peor es que no es un caso aislado. Empecé a informarme y a hablar con vecinos, y resulta que en mi barrio ya habían pasado cosas parecidas. Grupos organizados que localizan viviendas vacías (o simplemente casas cuyos dueños se han ido unos días), entran, cambian la cerradura y ya está, a vivir sin pagar un euro y con la ley de su lado.

 

Las consecuencias personales

Tuve que volver con la mochila después de un viaje, pero no a mi casa, sino a la habitación donde dormía de adolescente, con mis padres, con el corazón en un puño… y sin saber qué iba a pasar, cuánto iba a durar esto, ni cómo iba a demostrar lo que ya debería estar demostrado.

El estrés fue brutal. Me costaba dormir, no podía concentrarme en el trabajo y sentía una rabia que me quemaba por dentro. ¿Cómo es posible que después de todo lo que he currado, venga alguien y me quite lo que es mío con toda la cara? ¿Cómo puede ser que tenga que pagar yo los abogados, las tasas, el tiempo perdido, mientras ellos están ahí, comiéndose mi comida y durmiendo en mi cama?

 

Cómo proteger tu casa

Si estás leyendo esto y tienes una vivienda, o estás ahorrando para tenerla, por favor, toma nota. Porque si a mí me hubiera informado alguien antes, quizás no estaría viviendo este infierno.

Aquí van algunas cosas que he aprendido por las malas, y que pueden ayudarte a evitar lo mismo:

  1. Lo primero: invierte en una buena cerradura. No te quedes con la que viene de serie. Las puertas estándar son muy fáciles de forzar. Desde Cays, fabricante de cerrojos de seguridad, puertas y automatismos, me explicaron en su día que hay cerraduras de seguridad que llevan refuerzos antibumping, antipalanca, con escudos de acero que hacen mucho más difícil el acceso. Sí, cuestan más, pero créeme, lo barato sale carísimo.
  2. Si puedes, instala una puerta acorazada de verdad. No blindada, que no es lo mismo. Las acorazadas tienen refuerzos metálicos internos que las hacen casi impenetrables. Si tienes una vivienda en planta baja, un adosado o una segunda residencia, esto debería ser obligatorio.
  3. Instala un sistema de alarma con aviso inmediato. No sirve cualquier alarma, tiene que ser una con conexión a central receptora y aviso inmediato a la policía. Las hay que incluyen sensores de movimiento, cámaras, detectores de apertura y todo se puede ver desde el móvil. Muchas compañías ahora ofrecen alquiler mensual, sin necesidad de hacer una inversión enorme.
  4. Instala cámaras de vigilancia visibles. Aunque no siempre disuaden, es una barrera más. Si encima están conectadas a la nube y graban todo, tendrás pruebas de cualquier entrada no autorizada. Algunas cámaras tienen inteligencia artificial que detecta personas y mandan alertas en tiempo real.
  5. Hay dispositivos que simulan que hay gente en casa: luces que se encienden y apagan aleatoriamente, radios que se activan, persianas automáticas… No son del todo infalibles, pero ayudan mucho. Cuanto más parezca que tu casa está habitada, menos atractivo será para un okupa.
  6. Cuando te vayas unos días, pide a un amigo o familiar que pase por la casa, recoja el correo, suba o baje las persianas. Si pueden entrar, mejor, para que no parezca una vivienda vacía.
  7. Infórmate bien y contrata un seguro que incluya la cobertura frente a okupas. Algunos seguros cubren asistencia jurídica, indemnizaciones por pérdida de uso de la vivienda, e incluso el desalojo a través de abogados. No todos lo ofrecen, así que mira la letra pequeña.
  8. No publiques todo en redes sociales. Si subes fotos diciendo “Nos vamos 10 días a la playa” o “casita vacía por fin”, estás dando pistas. Hay gente que se dedica a rastrear este tipo de publicaciones, así que mucho cuidado con lo que compartes.

 

El proceso legal es un infierno

Después de denunciar y contratar a un abogado, empezó el proceso judicial. Tardó más de seis meses en llegar la orden de desalojo, seis meses en los que esos okupas vivieron gratis en mi casa y yo seguía pagando hipoteca, luz, agua y, encima, abogado.

Cuando al fin los echaron, me encontré con la casa hecha un desastre. Puertas rotas, colchones quemados, basura por todas partes… electrodomésticos rotos. Habían arrancado hasta el horno. Lo poco que no destrozaron, lo robaron.

Y lo peor es que no puedes reclamar casi nada, porque muchos de estos okupas no tienen bienes a su nombre y son insolventes. ¿Qué te van a pagar? Nada.

 

¿Dónde está la protección al propietario?

Lo que más me dolió, más allá de lo material, fue sentirme desprotegida por un sistema que, en teoría, debería cuidarnos a los que cumplimos con nuestras obligaciones. ¿De qué sirve pagar impuestos, hipoteca y seguros, si al final no puedes ni entrar a tu propia casa?

Los políticos van y vienen, pero esto sigue igual. Las leyes están pensadas para proteger a personas vulnerables, sí, pero se están aprovechando de ellas mafias organizadas que hacen negocio con la ocupación. Hay quienes incluso venden llaves de pisos ocupados por redes sociales. Es alucinante.

 

Lo que haré de ahora en adelante

Después de vivir todo esto, he aprendido por las malas. Hoy mi casa tiene alarma, puerta acorazada, cámaras y sensores. No vuelvo a publicar en redes cuándo salgo. Aviso a mi vecina siempre que me voy unos días. Tengo seguro de hogar con asistencia jurídica y, si puedo, intento no dejarla vacía mucho tiempo.

Y lo más importante: comparto mi historia contigo, porque esto le puede pasar a cualquiera. No hace falta tener un chalet ni estar forrado. Basta con irte unos días, que alguien se entere, y zas: okupado.

 

Si estás pensando en irte de vacaciones…

Haz una lista de cosas básicas:

  • Refuerza cerraduras y puertas.
  • Instala una alarma conectada.
  • Avisa a vecinos o amigos para que pasen por la casa.
  • No lo publiques en redes hasta que vuelvas.
  • Revisa tu seguro de hogar.
  • Guarda copias digitales de las escrituras y documentos del piso.

 

Suena a pesadilla, pero fue real

Hoy estoy más prevenida, pero sigo pensando en la cantidad de gente buena que podría estar pasando por lo mismo, sin recursos o sin apoyo.

Es hora de que se tomen medidas reales para proteger a quienes trabajan duro y cumplen con todo. Porque tener una casa debería ser sinónimo de tranquilidad, no de miedo.

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