Si tienes dolores de espalda, si tienes una sensación de cansancio tremendo y si te duelen los huesos, enhorabuena has llegado al lugar correcto. La verdad es que no pensaba que yo me iba a ver escribiendo sobre yoga, pero…la vida es así. Y como en mi caso me ha ido muy bien, pues ahora quiero trasmitírselo a todos que han pasado por mi caso.
Lo reconozco, no era yo de los de hacer yoga. Es más, y con perdón, lo veía como algo de personas mayores para hacer con 70 años. Lo vi como algo demasiado tranquilo para mí, casi místico, y me daba pereza solo de imaginarlo. Pero la vida, y sobre todo mi espalda, me hicieron cambiar de opinión. Ella manda.
Ahora bien, hoy puedo decir que gracias al yoga me he librado de dolores que llevaba años arrastrando, y que mi día a día es completamente distinto. Por eso, si estás en mi misma situación te recomiendo que tomes nota.
Os pongo en antecedentes. Mi problema de espalda empezó hace más de diez años. El trabajo de oficina, las horas sentado frente al ordenador y mi mala postura pasaron factura. Y eso que ya me lo decía mi mujer cada vez que me veía teletrabajando, sobre todo durante la famosa pandemia que se puso muy de moda.
Al principio era una molestia en la zona lumbar, algo soportable, pero poco a poco se convirtió en un dolor constante. No podía dormir bien, me costaba levantarme de la cama, y cualquier esfuerzo, por ejemplo lo de subir la compra, agacharme para atar los cordones, era un suplicio.
Y claro, cuando estás en esa situación pues pruebas de todo. Comienzas por los antiinflamatorios, luego llegan los masajes que te recomienda un amigo, más tarde pasas a las sesiones de fisioterapia, porque es lo que está de moda, incluso cambié el colchón y la silla del trabajo. Todo ayudaba un poco, pero el dolor siempre volvía. No se iba de mí vida.
De casualidad
Un día, una compañera de trabajo me dijo: “¿Por qué no pruebas yoga? A mí me ayudó muchísimo con las cervicales”. Yo me reí y le contesté que eso no era para mí, que necesitaba algo más “serio”.
Ella insistió y me pasó el contacto de su profesora de Despierta y Entrena que daba clases en un centro cerca de casa. Tardé semanas en decidirme, pero un sábado por la mañana fui a probar. Fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.
Lo mejor de todo es que luego pude hacer incluso desde casa. Con una duración de 60 minutos y con unos vídeos explicativos que la verdad para que la gente que casi no tenemos tiempo nos viene muy bien.
Poco a poco fui notando cambios. El dolor, que antes era constante, empezó a espaciarse. Mis músculos estaban más fuertes, sobre todo en la zona del abdomen y la espalda, que son los que sostienen la postura.
Pero yo creo que lo más importante es que aprendí a estirarme de una forma consciente, a liberar tensiones que acumulaba sin darme cuenta. Muchas veces el problema es sencillo, pero no sabemos por dónde empezar.
También descubrí lo mucho que influye la respiración: cuando respiraba profundo y lento, el cuerpo se relajaba y la rigidez disminuía.
Lo que más me sorprendió fue que no solo mejoró mi espalda. Dormía mejor, tenía más energía y menos estrés. Resulta que el yoga no se limita a mover el cuerpo; también enseña a estar más presente, a escuchar las señales que uno mismo se manda.
Antes yo pasaba horas encorvado sin darme cuenta, ahora mi propio cuerpo me avisa y corrijo la postura de manera natural. Y la verdad es que es algo que a la hora de andar también se nota. Ahora luzco más mi cuerpo. Mi mujer siempre me decía “hijo, parece que vas cheposo”. Pues no, no era un jorobado, lo que pasaba es que no tenía el cuerpo estirado.
No quiero sonar como un anuncio o como que estoy haciendo publicidad, pero para mí el yoga ha sido una medicina sin efectos secundarios. Obviamente no es magia, esto como todo en la vida requiere constancia y paciencia. Los resultados no aparecen de un día para otro, pero cuando llegan son profundos y duraderos.
Si alguien que lea esto está sufriendo de la espalda como yo sufrí, mi consejo es simple: prueba. No hace falta ser flexible ni tener experiencia, ni siquiera creer en nada especial. Basta con ir con la mente abierta y el compromiso de cuidarse. Así que todos a ello. Y lo digo con toda la sinceridad: el yoga me cambió la vida.