La joyería es algo que siempre está a la orden del día. Es como la moda, puede que tengas el armario lleno de ropa y puede que esa ropa esté como nueva o, por lo menos, muy bien conservada, pero aun así cada dos o tres años (hay quien lo hace anualmente) compramos ropa nueva, renovamos básicos en el armario y lucimos nuevos modelitos frente al espejo y, por supuesto, en la oficina. Pues con la joyería es lo mismo, no importa si tienes o no, o si tienen valor económico o es bisutería porque como la moda cambia, los complementos y accesorios también, y ahí entra en juego la joyería.
Ahora bien, esta generación de jóvenes de hoy en día, y otros que no somos tan jóvenes, vemos en la joyería un medio de ahorro tal vez (sobre todo si hablamos de piezas de oro) pero no solemos hacer alarde de grandes pendientes o estrambóticos anillos con zarifos. Es más, si me paro a pensarlo no me gustan las grandes joyas y veo ridículo darle valor a una piedra, porque sí, aunque lo tenga en el mundo capitalista en el que vivimos.
El oro, los diamantes, los zafiros, o el rodio (que está tan de moda ahora), son materiales que se extraen de las entrañas de la tierra y eso tiene una gran dificultad, tanto para encontrar esas minas repletas del material que te interesa como para extraerlo y trabajarlo, pero también un gran peligro y coste de vidas humanas, de ahí el precio tan elevado que tiene todo y de ahí que a mí me parezca que no hay dinero que pague ese coste, pero supongo que eso es una opinión personal. O no tanto, ya que cada vez son más los que piensan como yo.
Eso implica que el público objetivo del sector de la joyería se reduce, no lo suficiente como para que peligre ni mucho menos, para eso aún queda mucho, pero sí como para que se note, al menos un poco.
Estilismo
La alta alcurnia, y con eso me refiero a todo aquel que tenga un bolsillo grande, puede que esté interesada en seguir luciendo un colgante nuevo para cada evento, incluso los más jóvenes de la familia, pero para el resto no es interesante. De hecho creo que a mí ni siquiera me quedarían bien.
Yo soy de pendientes pequeños, de anillos sutiles y de pulseras finas, por lo que si de repente alguien me pide que luzca el colgante el pedrusco de “Titanic”, por decir algo, me negaría en rotundo. Me sentiría fuera de lugar, no me vería bien ante el espero, y me vería algo así como barroca, recargada, demasiado “emperifollada”. Aunque seguramente habrá otras muejres que lucirían esa joya encantadas.
¿Os acordáis de la peli “El señor de los anillos”? La Elfa por antonomasia, Arwen (Liv Tyler) le daba un colgante precioso, planteado y brillante, a Aragorn (Viggo Mortensen) y lo portaba encima durante toda la trilogía. Yo, como buena friki, quedé prendada de ese colgante y en plena adolescencia busqué y rebusqué hasta que encontré donde podía conseguir uno igual. El Corte Inglés, como no, vendía uno idéntico de una firma conocida que, además de costar una buena suma de billetes, podía considerarse una joya en sí y no solo el atrezzo de una fan de la película. Recuerdo que pedí probármelo y me miré al espejo emocionada pero, acto seguido, comprobé que esa no era yo.
Yo quería la joya porque en la película era preciosa y era un símbolo del film, de la parte romántica del film, pero jamás lo llevaría puesto en ningún sitio, ni a diario ni en una boda… ni en ningún tipo de evento. “Demasiado para mí”, pensé. Y ahí se quedó, en el mismo stand de El Corte Inglés donde lo encontré.
Ahora sigo pensando lo mismo así que no me arrepiento de no haberlo tenido nunca.
Joyas personalizadas
Ahora bien, la cosa cambia (y mucho) si hablamos de algo personalizado, algo que alguien te ha regalado pensando en ti y solo en ti, algo que tiene un significado especial. No se trata de lo que valga la joya, puede que sea de acero, de plata o de oro, eso da lo mismo, lo que importa es el significado que tiene o los recuerdos que evoca cuando lo portas.
Hace un año mi hija me regaló, con su padre, una pulsera de plata con colgantitos pequeños que simbolizaban mi profesión. Yo soy enfermera así que la pulsera llevaba un colgantito que era una jeringuilla, una cruz de farmacia, un estetoscopio, etc. Me encantó el detalle, y me emocioné muchísimo, de hecho la llevo a diario y no me la quito nunca.
Otra joya que me encantó fue la que me regaló mi hermana pequeña en Navidad. Cuando éramos niñas mi madre nos compró unas pulseras de bisutería planteadas que portaban un corazoncito de color azul en el centro y nos encantaban. Las llevamos durante años y supongo que en algún momento nos las quitamos al crecer. Personalmente había olvidado aquellas pulseras que supongo que acabarían perdidas en algún cajón hasta que desaparecieron definitivamente en alguna limpieza de mi madre o similar. Sin embargo, la pasada Navidad y con todo el tema del Covid19, todos nos centramos en regalar cosas que significasen algo, muy sentimentales, y mi hermana me regaló una pulsera de Serrano Joyeros, de la firma Agatha Ruiz de la Prada, plateada y con un corazón azul en el centro. Obviamente no era la misma pulsera pero yo y ella sabíamos qué significaba: nuestros años de infancia, la unión que teníamos, nuestra familia… Adoro esa pulsera.
¿Entendéis la diferencia? El valor, para mí, de esas joyas no radica en el tipo de piedra o en tipo de metal con el que está hecha esa pulsera, o cualquier otra joya, sino en lo que significa para mí o en la personalización que tiene y ahí precisamente es donde muchas joyerías artesanas y muchas firmas se han sabido agarrar con fuerza, y correctamente, porque el sector de la joyería personalizada sí ha crecido notablemente y yo creo que es porque hay mucha gente como yo que a eso sí le da valor, un valor muy especial.
Relojes
Con el tema de los relojes pasa algo similar y por eso los meto en el saco. Obviamente hay coleccionistas que seguirán dorando sus fantásticas piezas de colección y sus ediciones limitadas de las principales firmas del mercado, pero también hay quien ya no usa casi el reloj de pulsera porque mira la hora en el móvil.
Puede sonar ridículo pero quien lleva reloj a diario ahora es, o un deportista que lleva controlada toda su salud y su evolución deportiva en ese mini Smartwhatch, o una persona mayor acostumbrada a su reloj que no usa apenas el móvil, o un amante de este accesorio. El resto, si solo lo usamos para mirar la hora, tendemos a hacerlo en la pantalla del móvil y arreando.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando ese reloj se ha regalado de forma especial por un motivo concreto? Entonces pasa a ser lo mismo que una joya personalizada ¿no?
El año pasado, en la jubilación de mi padre, mis hermanos y yo le regalamos un reloj súper elegante de Daniel Wellington que encontramos a muy buen precio, y lo que hicimos fue grabarle por detrás un emotivo mensaje y la fecha de la jubilación: “Ahora toca vivir 01/08/2020”
Es un mensaje con mucho significado porque ha trabajado duro toda su vida para sacar adelante a su tres hijos y ahora, años después, en las vacas flacas ha seguido ayudándonos con los nuestros, sus nietos. No ha disfrutado de la vida como se merece así que ahora le toca vivir, y descansar por supuesto.
Precioso ¿verdad? O al menos a mí me lo parece pero, de nuevo, hablamos de una pieza personalizada que no tiene más valor por la firma que lo diseñó o por los materiales utilizados para su fabricación, sino por lo que significa ahora para él y su familia.
Por eso pienso que esa personalización, esos detalles únicos son los que están reviviendo, de algún modo, el mundo de la joyería, y evitando así que quede relegada solo a los amantes de la misma. Ahora, gracias a esta tendencia, sigue siendo algo presente en muchas familias, para regalos, para conmemorar algo, para momentos especiales, y no necesariamente hablamos de familias o de personas a las que les guste el mundo de la moda, sino del público en general.