La lencería ha ido evolucionando en los últimos 2oo años, pasando de ser una prenda tosca y tortuosa que no se podía ver, al accesorio fino y delicado que es hoy en día. Así que aquí te contamos la historia de la lencería año tras año, para que veas cómo la ropa interior ha ido cambiando de acuerdo a las diferentes épocas, de acuerdo a las tendencias de estilo y parámetros de belleza del momento.
La invención de la lencería: ¿Cuestión de higiene o moda?
La lencería siempre se ha utilizado para crear una barrera protectora entre la ropa y la piel. En el siglo XVIII era, ante todo, una cuestión de higiene y estructura corporal. Pero, la moralidad siempre cuidadosa de ocultar los genitales la convirtió en un tabú e incluso, la moda, quien siempre ha querido definir el valor de las mujeres, introdujo diseños casi despiadados con la figura. Así, nació la moda de los corsés que todos recordamos en donde se apretaban las costillas hasta la asfixia.
Muchos de los corpiños (masculinos y femeninos), cubrecorsés, crinolinas, enaguas, bragas, sujetadores y calzoncillos que vistieron los europeos y norteamericanos del XVIII, XIX y XX están hoy expuestos en el Museo Victoria & Albert de Londres. Así mismo, también se pueden ver los calcetines españoles inscritos con mensajes políticos, moda entre los hombres de la época que tenían los recursos para adquirirlos.
Así, esta prenda de vestir cuya razón esencial es la higiene de la intimidad humana, siempre ha terminado directamente ligada a los patrones de belleza impuestos por las diferentes sociedades bajo la etiqueta de “tendencia.”
Los orígenes de la lencería
El término de la palabra proviene del francés y hace referencia al lino, la fibra vegetal más antigua que se conoce, pues ya se cultivaba en el antiguo Egipto aproximadamente cerca del siglo IV a. C. Es por esto que generalmente las primeras prendas de ropa interior eran del color blanco del lino.
Así mismo también se estima que las camisas de lino interiores ya existían desde el año 1360 (a. C.), las cuales eran utilizadas para protegerse del frío; ya que sabemos que el hombre utiliza la vestimenta para adaptarse a las condiciones climáticas, y también por razones de higiene.
Por otro lado, en el año 1922, cuando se descubrió el sepulcro de Tutankamón o Tut-anj-Amón, en Egipto, se halló entre sus pertenencias fúnebres un pañal de lino que podría considerarse los inicios del actual calzoncillo masculino.
La evolución de la ropa interior por épocas
Por poco probable que pueda parecer, durante la mayor parte de la historia las mujeres no usaron ropa interior porque pensaban que su partes íntimas necesitaban respirar. Incluso, en 1757 un médico alemán confirmó la conjetura que animaba a no usar panties, pantaletas o cualquier prenda que tuviera por oficio cubrir la entrepierna: “…sus genitales necesitan el aire para evaporar la humedad, que podría de otra manera hacer que decayeran”.
Por eso, las referencias que se tienen sobre la ropa interior durante la época son muy pocas. Las romanas y las griegas usaban una prenda llamada subligaculae , la cual se amarraba alrededor de las caderas sin que cubriera la parte que el médico alemán temía se pudiera podrir. En los senos se colocaba otro trapo envuelto llamado strophium, que, según la moda y el deseo de incitar o aburrir, se podía hacer que realzara o aplanara.
A continuación, viajamos a la época del Imperio Romano, pues fue la época en la que se comenzó a hacer un uso extendido de la ropa interior, conocida como lencería a día de hoy. Esta generación fue la primera en la historia que comenzó a darle más importancia a la higiene personal y algunas prendas femeninas empezaron a percibirse como incitantes para el sexo, para luego dejar de serlo otra vez por un tiempo durante la Edad Media.
Cabe añadir que, más tarde las prendas interiores femeninas comenzaron a diseñarse y confeccionarse con la seda, mientras que, el material de confección primario para la de los hombres pasó a ser la lana.
A finales de la Edad Media, la ropa interior se volvió más alargada, discreta y pesada; buscando cubrir la mayor parte del cuerpo. Las chemises se usaron por siglos; tanto pobres como ricos, hombres y mujeres. La gente no se las quitaba y las usaban para absorber toda clase de fluidos corporales, y de la limpieza y finura de la tela se podía inferir la posición social del usuario.
La falta de ropa interior que envolviera las zonas íntimas daba lugar a toda clase de problemas y de placeres. En el siglo XVIII se volvió popular el uso de faldas enormes que se abrían como una campana invertida, sostenidas por una estructura de metal que más bien parecía una cárcel para las piernas. Si por mala suerte, la mujer tropezaba y caía de boca al suelo, la falda dejaba al completo descubierto sus partes más secretas ante un público asombrado. Otra de las desventajas de esta moda íntima era cuando se montaba a caballo, y no solo por la molestia para quien debía alistar las sillas al día siguiente, sino por la irritación que se experimentaba al ensillar con los miembros al aire. Además, era aún más difícil lidiar con los efectos de la menstruación que corrían sin obstáculo por las piernas.
Por el contrario, tras la Revolución Francesa la ropa interior por fin tuvo su primer signo de evolución, adquiriendo una connotación sensual y dando paso a la evolución femenina, ya que como dijimos, la historia siempre ha ido de la mano de la moda, el poder y la sexualidad, y a lo largo de las épocas esta siempre ha definido el concepto de belleza de cada sociedad.
Los siglos 18, 19 y 20
Es increíble que una prenda tan usual como un simple calzón sin apertura se demorara más de 2000 años en formar parte de la historia, al menos para las mujeres, porque los hombres si habían gozado de él desde hace tiempos.
A finales del siglo XVIII los corpiños llegaron para ceñir el cuerpo de las mujeres, elevar su postura y, además, actuaban en defensa de la decencia, pero mucho cuidado con no llevarla, ya que se consideraba casi una aberración.
La lencería comenzó a concebirse ya a partir del siglo XIX como un fetiche o un tipo de ropa realmente sexy, desde los corsés de época hasta llegar a convertirse en los que usamos en la actualidad. Por otro lado, la ropa interior era un negocio solo de hombres. Por supuesto, se aprovechaban para ver más de lo debido mientras tomaban sus medidas, pero lo compensaban con sus conocimientos de anatomía, moda y confección.
Así, apareció también un nuevo corsé que pretendía poner de moda a las mujeres echadas adelante. El S-Bend deslizaba el pecho y los hombros hacia delante y llevaba el abdomen, la pelvis y las nalgas hacia atrás. Lo presentaron como un corpiño para corregir la postura pero pronto se vio que también oprimía los órganos reproductivos y el esqueleto. Andar en esa posición era una tortura y las mujeres se quejaban de dolores de espaldas fuertes y constantes.
No es de extrañar que alrededor de 1800 las mujeres se cansaran de la situación y abrieran por su cuenta sus propios negocios de moda y confección, con el objetivo de rediseñar los corpiños y lograr un poco de libertad, fuera de la jaula que los antiguos diseñadores habían diseñado para ellas con el pretexto de “moda”.
Por otro lado, hasta el 1829 no apareció el primer corpiño con cierre por delante, y en sólo 2 años, casi todos ya funcionaban de esta forma.
Luego, por fin, el siglo XX dio la estocada final al corsé. Duraron casi medio siglo intentando encontrar un sustituto para sujetar el pecho de las mujeres, hasta que por fin, en 1863 patentaron en EEUU un ‘sostén de pecho’ que se enganchaba desde los hombros, que décadas después se convertiría en nuestro sujetador actual.
Esto porque las mujeres necesitaban moverse con más libertad; ya no eran aristócratas o sirvientas y cuando empezó a emerger la clase media, comenzaron a salir a la calle a buscar trabajo, hacer vida e incluso salir a bailar y a divertirse.
En el siglo XX, la ropa interior se volvió mucho más cómoda. Además de los sujetadores modernos, las bragas comienzan a volverse más pequeñas. Se volvieron a utilizar un nuevo tipo de fajas, estas solo como ayuda para poder lucir faldas entalladas. Sin embargo, la prenda conoció otra evolución: comenzó a decorarse, lo que la llevó a convertirse en uno de los símbolos sexuales femeninos más reconocidos de la historia
Así, los expertos en ropa interior de Lencería Paqui, explican que finalmente la ropa interior, igual que las personas, han ido perdiendo el miedo a exhibirse. Por ejemplo, hoy en día, los calzoncillos se dejan ver sobre los pantalones y muchas camisas son transparentes porque su función es servir de escaparate de la corsetería.